viernes, 19 de agosto de 2011

Discutir el Estado - 2

Segunda Parte: Historia del Estado Moderno
Digamos que, en rigor, la historia del Estado moderno es la historia del capitalismo y viceversa. La aparición del Estado nación se puede datar en el “absolutismo” que,  como proceso de pasaje de la Edad Media a la Edad Moderna, marca la expropiación de los poderes locales en manos de la aristocracia y los señores feudales por parte del poder central (las grandes monarquías europeas). Esto se va dando en toda Europa con distintas características pero la necesidad común y determinante es la construcción de Mercados nacionales.  La posibilidad de excedentes en algunas ramas productivas, por ejemplo textiles rústicos, estimula el comercio que excede los estrechos límites del señorío o la comarca; se hace necesario integrar regiones que complementen sus producciones dentro de reglas de intercambio comunes. Además el comercio de larga distancia no puede estar sometido a aduanas y decomisos de cada noble por cuyas tierras pasan las rutas a las grandes ferias de Europa. El absolutismo es la larga lucha por subsumir esos privilegios feudales y centralizarlos en el monarca, que ya no es el Primus inter pares sino el soberano absoluto que detenta el monopolio de la recaudación, de las armas y de todas las funciones que antes ejercieran los señores feudales.
Nicolás Maquiavelo
El primer gran discurso sobre el Estado Moderno es “El Príncipe” de Maquiavelo (1513), que además de apologético del poder central, desnuda y evidencia los recursos de la dominación sin apelar a legitimación divina o tradicional, es decir que ni Dios ni el linaje importan en este discurso pragmático, en que el ejercicio del poder es presentado casi como una técnica. La “Razón de Estado” está por sobre todas las limitaciones morales; la inteligencia, la astucia y el carisma del Príncipe se concentran en el objetivo de suscitar y dominar la “voluntad colectiva” para que acepte la autoridad de este nuevo príncipe. No es casual que esta “novedad” provenga de lo que sería Italia, en tiempos de fragmentación del territorio y de luchas intestinas.
Así se va dando el  pasaje del feudalismo al capitalismo y, concomitantemente, la relación entre aristócratas y vasallos, se irá transformando en la relación entre burgueses y ciudadanos.
Este proceso de formación de los Estados puede ser examinado dinámicamente usando el concepto de  ESTATIDAD o ESTATALIDAD aportado por Oscar Oszlak. Desde este punto de vista, ellos van adquiriendo con el paso del tiempo ciertos atributos hasta convertirse en organizaciones que cumplen la definición de Estado.
Cada Estado adquiere estas características no necesariamente en la secuencia indicada:
ü      Capacidad de externalizar su poder: es decir, obtener el reconocimiento de otros Estados.
ü      Capacidad de institucionalizar su autoridad: significa la creación o la centralización de los organismos existentes para imponer la coerción, como por ejemplo, las fuerzas armadas, escuelas y tribunales.
ü      Capacidad de diferenciar sus formas de control: esto es, contar con un conjunto de instituciones profesionalizadas para aplicaciones específicas, (por ejemplo: un sistema de recaudación de impuestos autónomo, o de representaciones en el exterior).
ü      Capacidad de internalizar una identidad colectiva: creando símbolos generadores de pertenencia e identificación común, diferenciándola de la identidad de otro Estado, por ejemplo, teniendo himno, bandera propia, y panteón de héroes (homogeneización de la Nación “encarnada” en el Estado).
ü      Capacidad de sujeción, control y protección de los poderes económicos.

Así como el absolutismo indica que algo nuevo se está gestando, terminar definitivamente con el pasado, con el Antiguo Régimen, necesitó de una “doble revolución” que va a cambiar por completo la fisonomía de la sociedad europea.

Revolución Industrial y Revolución Francesa
Sin lugar a dudas, y aunque no coinciden exactamente en tiempo y lugar, estas revoluciones son las dos caras de una misma moneda, procesos concomitantes e imbricados.
El período de integración de mercados nacionales, el crecimiento sostenido del comercio que se empieza a dar durante el absolutismo, más la inyección de riquezas provenientes del Nuevo Mundo a partir del descubrimiento permitirán la “acumulación originaria” necesaria para que en Inglaterra se produzca la Revolución Industrial. Este fabuloso cambio del sistema productivo, (maquinización, aparición de la “fabrica” como concentración y optimización de la mano de obra, mayores excedentes) da un enorme impulso a la ampliación del comercio internacional (en donde América vuelve a jugar un papel fundamental) y a la aparición del mercantilismo, en que el comercio rige de manera preponderante la política de los Estados que se convierten en colocadores de mercancías en sus colonias, y en feroces competidores entre sí por ganar mercados.

La formación de la clase obrera. El proceso de industrialización reclama y crea su nueva mano de obra, la clase obrera. En sociedades hasta entonces campesinas, con los “cercamientos” de las tierras comunitarias y la consolidación de la propiedad privada se expulsa a los peones sin tierra del campo mientras las grandes ciudades los atraen a sus fábricas. Las nuevas relaciones sociales que se entablan entre capital y trabajo, con la consiguiente transformación de todo el tejido social (urbanización, concentración,  formación del ejército industrial de reserva, incorporación de mujeres y niños en condiciones de super-explotación) dan como resultado un marcado incremento de la conflictividad, con la creación de las primeras organizaciones obreras.
La nueva clase dominante, la burguesía, esos dueños de capital puesto en la producción industrial no se parecen en nada a la vieja aristocracia en decadencia. Con su nueva hegemonía la burguesía va dando forma a un Estado a su imagen y semejanza: el Estado burgués que toma cuerpo con la Revolución Francesa.
Karl Marx
El Estado adquiere un papel primordial en el desarrollo de la riqueza nacional, al adoptar políticas proteccionistas, y en particular estableciendo barreras arancelarias y medidas de apoyo a la producción. Pero también está llamado a desempeñar un rol crucial en la represión y control del conflicto social. Deberá intentar mediar con la “ciudadanía” bajo el estandarte de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad y garantizar el lassie faire a la burguesía. Diría Karl Marx que "el ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía".
Pese a las luchas constantes y con todos los matices y diferencias regionales, el capitalismo decimonónico crecía a paso firme y el Estado liberal se consolidaba en toda Europa y América consagrando los derechos políticos en amplias regiones del mundo.

Siglo XX La crisis del ’30.
El ideal de “Progreso” y de “crecimiento indefinido” colapsa con la 1° Guerra Mundial que arrasa con el clima civilizatorio esperanzado que había dominado el siglo anterior. Pero la crisis estructural llegará en 1930 mostrando los claros límites del proceso de acumulación. La solución vuelve a necesitar al Estado como un actor de primer orden. Consumo y mercado interno son los ingredientes de la receta clave, y para eso el Estado debe intervenir activamente. El keynesianismo logra abrir un nuevo ciclo de expansión del capitalismo, pero la política otra vez mete la cola con las luchas de la clase obrera. En 1917 la Revolución Rusa genera pánico en la burguesía de todo el mundo. El Estado Soviético y los Partidos Comunistas que salen prestigiados de la segunda posguerra por haber conducido la resistencia al fascismo, son una amenaza que hay que combatir en todos los frentes.
John Maynard Keynes
La guerra fría y el Estado de Bienestar (EBK): En 1942 el desempleo y el hambre se hacían sentir con dramatismo; el Informe Beveridge plantea en Inglaterra la universalización de las coberturas estatales a todos los ciudadanos, no como caridad sino como responsabilidad del Estado que debe garantizar la subsistencia “de la cuna a la tumba”. Su lógica interna se basaba en el consenso, la inclusión de los sectores vulnerables, negociación con los sectores obreros organizados y crecimiento económico; aparece aquí el welfare state como nuevo pacto con la ciudadanía. El mundo académico proclama a través de T. H. Marshall que si en el siglo XVIII se empezaron a reconocer los derechos civiles y en el siglo XIX los derechos políticos, el siglo XX venía a instaurar los derechos sociales, definiendo la “ciudadanía social” como objetivo del ascenso social (o quizás techo?). En esta visión la ciudadanía se postula como condición de igualdad contra las visiones clasistas de la izquierda que son rechazadas porque dividen y enfrentan entre si a los sectores de la producción. El objetivo principal de esta estrategia es el ocultamiento y la morigeración de la lucha de clases,
El mundo “occidental y cristiano” consolida su modelo de consumismo y bienestar individual frente a un modelo rival que plantea la destrucción del capitalismo. La carrera armamentista y la carrera espacial se complementan con la carrera del “bienestar” en el orden de los Estados. El intervencionismo tan combatido por el liberalismo clásico pasa a ser el pilar del nuevo modelo, la “Planificación” domina la gestión estatal. Durante las décadas de auge del EBK (1945-1975) la defensa del lassie faire se vuelve marginal en tanto el consenso estatista es tan abrumador que no hay espacio entre tanta euforia para los críticos del Welfare state. El Estado pasa a ser un ACTOR ECONÓMICO PRINCIPAL E INDISCUTIBLE (P. Berrotarán).

En esta etapa se forja un sólido acuerdo: entre el capitalismo reformado y una franja importante de la izquierda socialdemócrata que en aras de los beneficios y mejoras en el nivel de vida de los trabajadores de sus países suspenden la confrontación y apuestan al gradualismo.
Pero se mantienen las tensiones entre: el liberalismo vs. el igualitarismo que legitima la intervención estatal.
Otra contradicción se da entre la voracidad de la sociedad de consumo que necesita mercantilizar cada vez más ámbitos vs. la “desmercantilización” de grandes sectores de la economía que se produce al ser estatales una amplia gama de actividades como la salud, la educación, el turismo social o la cultura. El “capitalismo de Estado” se hace responsable (directa o indirectamente) de la reproducción de gran parte del “ejército industrial de reserva” pero le quita grandes nichos de servicios al mercado, y además con su mediación le otorga mayor poder a los sectores movilizados. “El EBK introducía más fantasmas de los que era capaz de ahuyentar”……..

Crisis del modelo keynesiano en los ’70.
Otra vez el estancamiento y la disminución radical de la tasa de rentabilidad llevan a una crisis de menor inversión, menos producción, desempleo y baja salarial (Brenner). Se carga toda la culpa sobre el poderío de la clase obrera y sus reclamos “desmedidos” que encarecen los costos de reproducción y el alto “gasto social” conduce al déficit. La gran conflictividad social de los ‘70s alimentada también por el proceso de descolonización y liberación nacional en el Tercer Mundo y la Revolución Cultural China se convierten en la hora de la revancha del (neo)liberalismo.
Milton Friedman
Friedrich Hayek y Milton Friedman son sus referentes intelectuales. Lo que en el auge del EBK no había encontrado consenso emerge ahora con su crisis y la “batalla contra el Estado” será su baluarte. Esta ofensiva contra el Estado era una exigencia de los grandes capitales internacionales que necesitaban derribar barreras y regulaciones para su libre circulación, y menos presión tributaria, menos costos salariales y cargas sociales para recuperar las tasas de rentabilidad. Esto benefició una rápida tendencia a la transnacionalización de los capitales que ya no tuvieron bandera sino oscuros “paraísos fiscales” como domicilio.

El matrimonio socialdemócratas-EBK estaba tan atado que las críticas del neoliberalismo mataban dos pájaros de un tiro: los ataques a las políticas sociales del EB y a las políticas económicas Keynesianas impactaban también en el socialismo europeo y en todo programa de emancipación social.
La caída del Muro de Berlín representa no sólo el fracaso en la construcción de un “sistema” socioeconómico alternativo, sino que vivido como la derrota del proyecto “utópico”, frustra y desarticula todo el movimiento de lucha anticapitalista. Las academias y los medios masivos (en el mundo globalizado de la comunicación) pasan a la ofensiva, convirtiéndose en poderosas y eficientes usinas de neoliberalismo.
Otra estrategia de los “Chicago boys” es postular la “desaparición del trabajo” según la cual, en la sociedad “post-industrial” se suplanta la clase obrera como grupo principal por el “tercer sector” (organizaciones de la sociedad civil). La invisibilización de los trabajadores en lo simbólico facilita el ataque y la destrucción de todas sus conquistas históricas, permitiendo el incremento del empleo de baja calificación y peor salario, del trabajo informal, los contratos “basura”  y toda la batería de la precarización laboral.

Para los ’80 la victoria del neoliberalismo es aplastante: Pensamiento único. La revalorización de la “sociedad civil” como ámbito de participación ciudadana y opuesto al Estado, logra así dos efectos: ocultar las contradicciones y enfrentamientos inherentes al capitalismo y mostrar una “sociedad de hombres libres” (que aleatoriamente se agrupan tras intereses puntuales) enfrentados al Estado que los explota y les coarta su autonomía, y que además es una burocracia hipertrofiada e ineficiente “pagada” por ese “contribuyente” victimizado. Alienación de las contradicciones reales.  “La propia maquinaria del compromiso de clase se convierte en el objeto del conflicto de clase” Lo peor es que este discurso fue sostenido por sectores “progresistas” y por las propias víctimas de este programa de arrasamiento masivo del Estado. (P. Berrotarán).
El Neoliberalismo debenido hegemónico logra que el objetivo pase a ser el “ahorro de recursos”. De esta forma el llamado “Welfare de la austeridad” trunca por la base los presupuestos que habían posibilitado el desarrollo del estado de bienestar keynesiano y los sitúa en su reverso simétrico: la universalidad y crecimiento de los servicios se torna en la “selectividad” y reducción de los mismos, la desmercantilización en la remercantilización, los derechos económicos y sociales de ciudadanía en derechos económicos de propiedad, los costos sociales del crecimiento económico en efectos perversos de la intervención del Estado, los fallos del mercado en las distorsiones del estado, la justicia en eficiencia, la equidad en libertad de mercado. (Alonso, 1993).
Este proceso en Argentina lo conocemos bien y se llamó MENEMISMO.
La relación Estado-Sociedad es dialéctica: es decir que tratamos de poner siempre el foco sobre cómo las modificaciones y cambios en uno de los términos actúan y determinan las características del otro; y cómo el tipo de Estado incide en la vida concreta de la sociedad y en las “estrategias” que adopten las distintas clases en su relación con el Estado.
Vistas así las grandes etapas por las que atravesó el Estado en los países centrales y como se fue modificando junto con la sociedad, veremos a continuación cómo se dio esta historia en América.

Hasta la próxima

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