lunes, 22 de agosto de 2011

Discutir el Estado - 3


Tercera Parte: Los Estados Americanos. Panorama comparativo
Ahora tenemos más elementos como para pensar y entender el proceso de construcción estatal en América.
Digamos primero que este largo proceso de construcción y transformación estatal que acabamos de sintetizar, se dio en Europa como un proceso inherente al desarrollo de esa sociedad.
La conquista de América fue un hecho excepcional, que no se había producido nunca ni volverá a producirse, de ocupación masiva de un inmenso territorio por una civilización, que a sangre y fuego viene a imponer una organización social, no sobre otra, sino arrasando lo existente como ante lo que considera una tabula rasa, un vacío que no opone resistencia al modelo de sociedad que se pretende implantar (T. Todorov). Esto supuso grados superlativos de libertad en la construcción de las instituciones estatales.

Proponer hacer un ejercicio comparativo es poner en relación casos diferentes correspondientes a una misma clase general. Es evidente que en América tres tipos de colonización dieron como resultado tres áreas claramente diferenciadas: la América de colonización española, América del Norte de colonización anglosajona y la América portuguesa que constituyó el Brasil actual. Trataremos aquí de poner en relación estos tres casos para analizar la relación Estado-Sociedad como clase general.

La América Española. Lo que en Europa había sido un largo período de luchas del poder central con poderes locales que disputaban por sus privilegios (señores, aristócratas, comerciantes y productores, la Iglesia), quienes habían logrado conservar mediante pactos de lealtad con el poder absoluto ciertas cuotas de ese poder diseminados por el tejido social, en América en cambio el absolutismo se realiza plenamente. La administración es centralizada desde el inicio de la conquista pero con las Reformas Borbónicas el “despotismo ilustrado” buscaba aumentar el control directo de la burocracia imperial sobre la vida económica
Pero además vemos que la particularidad de los actores económicos hace que no buscaran establecerse para desarrollarse, sino que tuvieron una conducta depredatorias que busca riqueza rápida para invertirla y gastarla en Europa. Esto lleva a una externalidad de las elites económicamente dominantes con respecto al Estado, y cierta prescindencia de la construcción de mercados internos y del afianzamiento del tejido social. El resultado de este fenómeno es que el Estado, para garantizar el funcionamiento social, el control sobre las poblaciones y la gobernabilidad, sea un factor determinante de primer orden en la vida social; unos Estados nacionales que se estructuraron de arriba hacia abajo. Daniel García Delgado, analizando las relaciones entre Estado y sociedad en Latinoamérica, destaca significativas coincidencias sobre una característica central de dicha relación: el Estado determinó fuertemente a la sociedad, apareciendo como modernizador, revolucionario, transformador o garante de un orden represivo, pero en todos los casos con una gran influencia sobre la sociedad” Comparando esta realidad con la de los países centrales, en que la sociedad civil, relativamente fuerte y homogénea, mantuvo mayor autonomía con respecto a sus Estados nacionales, aquí, las contradicciones generadas por la particular combinación de factores económico-sociales y étnico-culturales en la determinación de las relaciones de dominación e intercambio de la población, hizo que la influencia estatal gravitara profundamente, “tanto en la conformación del modelo de desarrollo, en la constitución de los actores e identidades, como en la misma vida cotidiana”. Los Estados de la región han cumplido o cumplen el papel de agente aglutinante de la sociedad civil; una “estructuración social y política relativamente precaria encontró un apoyo indispensable en el Estado, que pasó a constituirse en referente y participante obligado en una vasta gama de transacciones económicas, políticas y sociales, y en piedra de toque de las ideologías, posiciones políticas y estrategias de desarrollo” Como consecuencia de esta “externalidad” de las clases económicamente dominantes con respecto al Estado su relación fue más “tensa” o dio lugar a contradicciones mayores entre sus intereses particulares. También esa externalidad se verificó con respecto a la sociedad que explotaban; con elites económicas vinculadas más al mercado externo que al local, el capitalismo autóctono no fue capaz de garantizar la reproducción del “ejército industrial de reserva”, es decir de las masas de mano de obra disponible para el desarrollo de la producción. En la mayoría de los países de la región fue el Estado el que tuvo que hacerse cargo de esta tarea, generándose grandes áreas de la economía en que prosperó el “Capitalismo de Estado” en forma de enclave (las zonas petroleras con empresas nacionales como por ejemplo YPF en Argentina) o a través del mismo aparato estatal con el empleo público en la administración. 
   

Esto también nos permite pensar al populismo como producto sistémico, que se corresponde en gran parte con nuestra historia y que ha sido NECESARIO para el funcionamiento social, beneficiosos para el nivel de vida, las condiciones de trabajo y de protección social de nuestros pueblos. Así la relación de estas sociedades con sus estados nacionales ha tendido a ser estrecha y paternalista; es decir que el “estatismo” de nuestros sectores populares es mucho más en América Latina que una identidad partidaria o la fidelidad a cada uno de los grandes líderes carismáticos que surgieron en la región.

América del Norte y la sociedad anglosajona. Circula el mito (ya desde nuestra época de “joyas de la corona británica”) que si nos hubiesen colonizado los ingleses hoy seríamos una potencia como EEUU. La “potencialidad” del país del norte se atribuyó al “protestantismo”, con su cultura del ahorro y del sacrificio personal en el trabajo y el esfuerzo (y en la versión racista a los ojos celestes y la “no mistura”). Es cierto que las religiones reformadas, al priorizar una relación individual con Dios, sin mediaciones de los funcionarios religiosos, dieron como resultado una feligresía letrada (porque tenían que leer e interpretar la Biblia) y responsable de sus actos, mientras el catolicismo apostólico romano se ajustaba más a masas analfabetas y dependientes del perdón otorgado por un cura. Pero más allá de estas variables que pueden haber influido y mucho, parece más determinante el hecho que la colonización de América del Norte fue tardía, allí no había un  “El Dorado” (las minas de Potosí) como fuente de recursos naturales para extraerlos y llevarlos a Europa, ni encontraron mano de obra para esclavizar como si le ocurrió a España con las grandes civilizaciones precolombinas. Además durante el inicio de la colonización la metrópoli estaba sumergida en la Guerra civil inglesa y la Revolución Gloriosa de 1688 que ocuparon toda su atención y sus recursos durante medio siglo de conflictos internos. La conquista y colonización del norte se dio con la falta total de unidad administrativa, los colonos se asentaban y creaban sus propios centros administrativos que eran absolutamente locales y con autonomía de todo poder central. Incluso la seguridad interna dependía de milicias locales, sin ejército regular hasta bien entrado el siglo XVIII, lo que resultó en una estructura estatal fuertemente localista y además en una población armada y organizada.
Después del 1700 Inglaterra en competencia con dos poderosos imperios, se vio obligada a recurrir a prácticas más modernas para recoger las riquezas americanas e implantó el sistema mercantilista 50 años antes que Carlos III de España. No había oro en el norte  (la flota británica encontraba muy rentable dedicarse a la piratería interceptando los barcos españoles) pero si un sinfín de otras riquezas que sus súbditos en América podían comercializar (pieles, maderas, azúcar, tabaco, algodón, cueros), así que prontamente se desarrolló un polo manufacturero que encontraba un mercado interno cada vez más amplio mientras avanzaba la conquista del oeste, y también era mercado propicio para las exportaciones industriales de Inglaterra. La combinación dinámica de tres zonas bien distintas y complementarias (el Sur algodonero, latifundista y esclavista, el Oeste de granjeros independientes productores de materias primas, y el Noreste en rápido proceso de industrialización) y la posterior “dirección” lograda por la burguesía comercial e industrial norteña, se sumará a la potencia de un Estado que se estructuró de abajo hacia arriba y que fomentará el desarrollo y el crecimiento socio-económico de ese territorio, adecuándose a esos fines, al contrario de lo que se dio en América española. (Pablo Pozzi)

América portuguesa: Si bien durante los primeros siglos de la conquista y colonización de lo que hoy es Brasil, no surgen a primera vista contrastes tan marcados con la América española, como si vemos que ocurrió con lo que hoy es EEUU en que las diferencias son notorias, tempranas y se verifican tanto en la construcción estatal como en el sistema productivo, los contrastes con la América portuguesa son posteriores y pasan centralmente por el tipo de Estado.
Cuando se desata la Guerra Napoleónica, el Príncipe Regente de Portugal, ante la amenaza francesa de invasión, toma la decisión de trasladar la Corona a Brasil generando un hecho no sólo inédito sino de gran trascendencia. Marcando la diferencia con los Reyes de España que jamás conocieron sus territorios de ultramar, y ante la mirada atónita del pueblo que quedaba sin gobierno y abandonado a su suerte, dicen que se bajó del carruaje antes de partir y dijo: “Creedme, portugueses: obro correctamente. Ahora dejo el reino, pero un día volveré con un imperio”. 
Firmando
un acuerdo de protección con Inglaterra (pero sin aceptar la entrega de un enclave en territorio brasileño que era una exigencias de los británicos), un día antes de la ocupación de Lisboa por los franceses (el 29 de noviembre de 1807), sale de Portugal una escuadra de 11 buques de guerra, más varios barcos mercantes llevando un número que se estima en 15.000 personas que incluía al Príncipe regente Don Joao, el Tesoro Real, los archivos de la corona, mas toda la corte, sus familias y sirvientes, cada quien con sus petates, y las provisiones para el largo viaje, hacia su nuevo destino en Río de Janeiro. Cuando hicieron tierra en Salvador de Bahía, la primera escala americana, encontró el regente el puerto abarrotado de mercaderías que no podían salir por el bloqueo francés a Portugal, único destino de embarque en vigencia del monopolio comercial. Sin dudarlo, el monarca decretó inmediatamente el fin del monopolio, invitando a todas las naciones amigas a comerciar con el Brasil. Estos episodios representan un cambio sustancial de status para las colonias. Terminada la guerra Don Joao le dio a Brasil personalidad jurídica en el derecho internacional elevándolo a Reino Unido de Portugal y Algarve.
La independencia y proceso de separación de Brasil y Portugal (1822), se da entre padre e hijo, entre Don Joao de regreso en Portugal y su hijo Don Pedro coronado Emperador de Brasil, pero Don Pedro se pone al frente de la revolución y ajusta el Estado político al Estado material (Brasil era ya muy superior a Portugal como potencia económica), la independencia no fue para subvertir el status quo, sino para defender lo que ya se había conquistado, la independencia económica y la unidad e integridad de su territorio, proceso que le debía mucho al monarca portugués (Moniz Bandeira).
Esta historia tiene enormes consecuencias sobre la burocracia estatal, sobre el Estado y su institucionalidad, que desde estos tempranos días será jerarquizada, soberana y territorial, y esto perdurará en rasgos definitorios de la administración.
Cuando en el siglo XX Getulio Vargas llega al poder (1930) cuenta con un funcionariado estatal y una estructura organizativa consolidadas durante una larga trayectoria, y le permite reforzarla con su proyecto de Estado Novo (1937). Encuentra una base sólida sobre la cual crear el DASP: Departamento Administrativo del Servicio Público; al margen de los vaivenes políticos fomentando la meritocracia, dándole atribuciones para definir presupuesto, oportunidades de calificación, movilidad entre áreas preservando la escala salarial y oportunidades de promoción; todo lo cual creó una cultura de “carrera” en el servicio público que formaba “cuadros” capacitados y estables. Todo esto contribuyó a la construcción de un Estado “fuerte” institucionalmente desde su misma gestación. (Sikkink)

Desde este marco general americano y con los elementos teóricos ya vistos, podemos pasar ahora a intentar identificar y comprender con mayor claridad el proceso de formación estatal en nuestro país y las etapas que atravesó.

Continuará….




1 comentario:

  1. Datos que coinciden con los hechos reales que la gente de procedencia aborigen de los Andes guarda en la memoria oral, y los expresa de diferentes maneras no conflictivas.

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